domingo, 16 de abril de 2023

EL AÑO DESPUÉS DEL CONCURSO DE CANTE JONDO (MARZO)

 

Fotografía aérea de la Alhambra de Torres Molina hacia 1922. En ella se puede apreciar el estado de la vegetación y los grandes espacios, apuntalados y en ruina, en los que se encontraba el palacio justo cuanto se produce el cese de Modesto Cendoya.(Archivo Histórico Municipal)

Durante el mes de marzo continuó la polémica por la destitución de Cendoya e incluso comenzaron a aparecer en el diario El Defensor una serie de artículos, firmados por el propio Modesto Cendoya, con el título “Algo sobre la Alhambra”. En estos artículos hacía frente a algunas de las críticas que sobre él se habían vertido, tales como el abandono de los palacios y el bosque, en pos de un trabajo excesivo en el campo arqueológico. Hasta diez artículos publicará Cendoya en el mes de marzo y en ellos trató el tema de las evacuaciones de aguas y su progresiva labor destructora en las murallas y otros espacios como la sala de los Reyes; el mal estado del bosque y la necesidad de saneamiento del mismo. De cómo comenzó a buscar los caminos y accesos originales a la fortaleza y cómo trazó nuevos accesos para vehículos, para lo que tuvo que talar árboles junto a la Puerta de la Justicia en un intento de regular el tráfico rodado que, con anterioridad, llegaba hasta la propia plaza de los aljibes. Y, por último, el enfrentamiento entre la naturaleza arbórea y la conservación arqueológica y monumental de la Alhambra. Son todos estos los temas más criticados sobre su labor en la Alhambra, pero uno de estos artículos, el publicado el día 14 de marzo es en el que hace una singular clasificación sobre los libros que hay editados sobre la Alhambra y la necesidad de generar otra literatura al respecto, contando esta curiosa historia:


Retrato publicado en La Esfera en 1924
Vuelvo a mi libro, diciendo que yo había soñado con uno que no fuera precisamente una guía, sino un libro de imaginación que pintara con vivos colores el monumento y diera la visión de él en tiempo de los árabes. Repasando en mi memoria los nombres de nuestros más eminentes escritores, me fijé, naturalmente, en Blasco Ibáñez, que por su fuerza de imaginación, temperamento artístico y rica paleta literaria, le ha valido tantos triunfos y que por su facilidad en dar la impresión de lo que ve, ha hecho que alguien le haya llamado el Sorolla de la Literatura, me pareció el más adecuado. Esto llegó a ser en mi una idea fija y tuve la suerte de que (creo fue en el verano de 1916) don Francisco Giner de los Ríos me lo recomendara por carta, como próximo visitante de la Alhambra, con el objeto principal de impresionar una película. En efecto tuve la satisfacción de saludarle la misma noche de su llegada, y tomando café en la terraza del Royal en unión de los dos protagonistas de la película Sangre y Arena y de un íntimo amigo suyo, le declaré mi pensamiento, que fue verdaderamente atrevido, y que acogió sin decir palabra, quedando algo abstraído. A la mañana siguiente, el amigo de Blasco Ibáñez me contestó al preguntarle si había descansado, que sí, pero que don Vicente no, pues le había quitado el sueño lo que le había dicho. Desde luego, interpreté ese detalle favorablemente a mis propósitos, y el mismo Blasco Ibáñez me dijo también que no había dormido pensando en la novela y que se hallaba decidido a escribirla; es más, que ya la tenía planeada. -¿Alguna novela histórica? –le dije. –No, una novela moderna, completamente moderna, claro, que con sus evocaciones históricas, -Bueno, pues, como llegado el caso, tendrá usted que impregnarse algo del monumento, creo que el ministro me autorizará a que los turistas costeen la estancia de usted en uno de los hoteles de la Alhambra. –Y ¿Cuánto tiempo necesita usted vivir en la Alhambra? –Con unos quince días me basta. –Pues le son necesarios para hacer cargo de la Alhambra y no le sobra. –No necesito para conocer el monumento más que tres o cuatro paseos con usted, que tan bien la describe sin saberlo. Soy hombre de impresiones: lo que no veo el primer día no lo veo jamás. Tres días de estancia en Toledo me fueron suficientes para escribir La Catedral. -¿De modo, que quince días? –Si, señor, porque además del monumento tengo que estudiar este pequeño mundo que vive alrededor de él. Estudiaré al turista, al chamarilero, al guía; a usted, no, porque lo conozco y es usted novelable, así como su amigo Flores; por eso tengo que venir en la primavera que es la época de mayor concurrencia.

Algo más hablamos y entre otras cosas me dijo que no podía venir hasta que se acabara la guerra, y se marchó a los dos días. Decir el número de veces que me he acordado de esta conversación, me sería imposible y de las esperanzas y desmayos, consecuencia de ella, también. Solo puedo asegurar, que el triunfo de nuestro literato con motivo de su libro “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” me llenó de alegría, por el amigo, pero me apenó por la Alhambra que veía ya olvidada o a punto de serlo por el gran literato, rico, triunfador y en plena apoteosis.

Ya iba perdiendo las esperanzas, cuando en uno de sus últimos libros vi anunciado, entre otros, uno, con el título de “La Colina Roja”; el recuerdo de la Alhambra había triunfado. Nada más me toca decir. Si en todo el tiempo el libro de Blasco Ibáñez era necesario para  la Alhambra, en la actualidad y con el renombre de este autor universalmente leído, el resultado será sorprendente. ¿Quién al leer su libro no soñará con ver la Alhambra? ¿Quién después de vista no la querrá ver resucitada con su lectura?


Y, mientras Modesto Cendoya hacía estas disquisiciones e intentaba justificar su labor al frente de la Alhambra, la sociedad granadina se preguntaba qué solución se le iba a dar al cese del arquitecto conservador, pues no se veía en el horizonte el nombramiento de uno nuevo. Así, el 18 de marzo aparece un artículo titulado “Esperando soluciones” en el que se reclama el nombramiento de un técnico para hacerse cargo de las obras: “Venga pronto esa solución, entendiéndose que para ser favorable y justa, debe responder al sentir de la opinión granadina”. La solución vendría el 20 de marzo, pero no se publicaría en Granada hasta el día 22, en el diario La Publicidad, en el que se dio cuenta del nombramiento de Leopoldo Torres Balbás “que no hace todavía un mes estuvo en Granada, con motivo del traslado al panteón de familia de los restos de su tío, el catedrático que fue de esta Universidad don Manuel Torres Campos, con ocasión de cuya muerte hubo de venir también”. La Publicidad hizo una amplia reseña de la trayectoria profesional del joven arquitecto y terminaba citando el artículo “Las murallas que caen” de 1921, en las que Torres Balbás ya se había aproximado a Granada a través de la desaparecida Puerta de Bib-rambla. Lo curioso es que, quien había seguido la brillante trayectoria investigadora y teórica del nuevo arquitecto de la Alhambra desde 1919, había sido Francisco de Paula Valladar a través de su revista del mismo nombre.

 

Imagen publicada por Torres Balbás en su artículo sobre "Las murallas que caen" de 1921.

Publicada en Granada Gráfica del mes de abril


Entre tanto, la ciudad seguía su devenir y era lógico pensar en la Semana Santa que cerraba el mes de marzo, pero también en los preparativos del Corpus que se venían encima, y en este sentido se hace público el avance del programa musical que va a estar centrado en un Primer Festival de Música Española, eco de aquel programa que no se llegó a realizar el año anterior, precisamente por la realización con Concurso de Cante Jondo. Esto era una primera aproximación en la que se ponía en escena, junto a otras dos óperas, La vida breve de Manuel de Falla. En los próximos meses veremos si es posible esta programación. En este mes de marzo, también, se discuten y aprueban los presupuestos municipales tan raquíticos como los anteriores y no sin antes haber un duro enfrentamiento entre algunos concejales que veían la necesidad de incrementar la partida de jardines, mientras que otros pensaban que primero había que pavimentar las calles. Pero si algo se iba perfilando en el horizonte era el peso que empezaba a tomar el deporte, especialmente el futbol y los enfrentamientos regionales que protagonizaba el Real España de Granada.

Granada Gráfica, abril de 1923.


La Comisión de monumentos, por su parte, se reunía y mostraba su preocupación por los retrasos en la adquisición del Corral del Carbón, aleaba al Estado para que terminara de comprar el Bañuelo, nombraba una comisión para el homenaje al Padre Manjón (que como ya vimos él mismo no veía oportuno) y se hacían cargo de la necesidad de continuar con las excavaciones de Monachil (Cerro de los Infantes) y Gabia (Criptopórtico romano), especialmente esta última que se encontraba totalmente abandonada y con serio riesgo de deterioro de los restos encontrados.


También se produjeron visitas importantes como la del General Echagüe que junto al ingeniero Luis Dávila visitaría el aeródromo de Armilla para inspeccionar las obras de ampliación y preparar la llegada de los reyes el mes siguiente. Pero sin duda, la preocupación más importante que se trasladaría al mes de abril debió ser la toma de posesión del nuevo arquitecto conservador de la Alhambra.


Los músicos de la primera audición del El retablo de maese Pedro. Archivo Manuel de Falla, publicado en el tríptico del centenario.



Paralelamente y sin generar ningún ruido en Granada, se producía un hecho fundamental para la historia de la música granadina, nacional y mundial. En Sevilla, el 23 de marzo se estrenaba en versión concierto El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla. Lo hacía el embrión de la Orquesta Bética de Sevilla organizada a instancias de Manuel de Falla en colaboración con Eduardo Torres y el violonchelista granadino Segismundo Romero. La obra había sido compuesta en Granada y se estrenaría en su versión escénica en el teatro del palacio de la Princesa de Polignac en París el 5 de junio. Pero de eso ya hablaremos en su momento. En este instante, solamente los periódicos sevillanos se harán eco del hecho. 


José Vallejo Prieto

 

lunes, 13 de marzo de 2023

EL AÑO DESPUÉS DEL CONCURSO DE CANTE JONDO (FEBRERO)

El mes de febrero se abría como no podía ser de otro modo con la solemne función en honor a San Cecilio en la Abadía del Sacromonte, donde la Banda Municipal amenizó la soleada jornada. Entre tanto, se iban completando las diligencias sobre el caso de la venta de la reja que bordeaba el sepulcro de los Reyes Católicos en la Capilla Real, hecho sorprendente que había sido denunciado a finales del mes anterior. Afortunadamente, se había conseguido rescatar la verja que había adquirido un chamarilero y se encontraba a buen recaudo en la Escuela de Artes y Oficios de Granada.


Reportaje dedicado a las desafortunadas noticias sobre el patrimonio de la Capilla Real, aparecido en el nº 480 de LA ESFERA


En estos comienzos de febrero, El Defensor se hacía eco de la visita de un importante grupo de turistas americanos con el triunfal titular de “LOS TURISTAS VUELVEN”. En el fondo era una llamada de atención a las instituciones sobre la importancia de esta industria emergente y de las necesidades seculares que tenía nuestra ciudad:

Tenemos un inconveniente primordial: nuestra situación geográfica, que nos coloca en un extremo de la Península. Este inconveniente no supondría gran cosa si dispusiéramos de una perfecta red de comunicaciones ferroviarias. En las deficiencias de nuestros medios de comunicación, está el mayor enemigo.

(Es curioso, lo poco que ha variado esta situación)


Granada Gráfica, marzo 1923


Avanzaba el mes y vuelve a visitar la ciudad el Sr. Nachez, ministro de primera enseñanza, para la inauguración de la Escuela Maternal. Mientras, el Ayuntamiento pretende erigir una estatua en honor de Andrés Manjón, antes de su fallecimiento que se producirá tristemente en julio de este 1923. Lo curioso es la nota que el propio Padre Manjón publica al respecto:

Recibí ayer la Gaceta del Sur y con ella el chapetón de discursos estatuarios alrededor de una propuesta de usted para homenajear a A.M. elevándole una estatua, y después de dar a usted ya sus dignos compañeros expresivas gracias, me permito decirles que dejen eso para cuando yo muera (si antes no lo he echado a perder y no ha cambiado de opinión); pero hoy no conviene. Concretémonos a erigir un monumento al niño en forma de Escuela y dejemos a un lado los homenajes, que siempre tienen algo de personal y vano, peligroso para el que lo recibe y dañosos para lo que representa y lleva entre manos.


José María López Mezquita. El Padre Manjón en una procesión de escolares. Ayuntamiento de Granada


El 10 de febrero se inaugura el tranvía a Padul y el 12 cae el “Gordo” en Granada y en Loja, vendido en la administración de la Plaza del Carmen. Al mismo tiempo, en el Teatro Isabel la Católica de la Plaza de los Campos se estrenaba La Cenicienta, en su adaptación escénica del “insigne Benavente”, mientras se pergeñaba la gran procesión del Santo Entierro y seguía vivo el homenaje al Padre Manjón en los proyectos municipales. 

Por su parte, la ciudad disfrutaba con alegría de los carnavales y sus mascaradas, aunque reaparecían tristes noticias de los soldados granadinos en el frente de Marruecos, traídas por el sargento Vasallo que visitó la ciudad para encontrarse con la familia del sargento artillero Ortiz muerto por tifus durante su cautiverio en Axdir.

El 19 de febrero el Sr. Weyler, director de Bellas Artes, giraba una visita a Granada y muy especialmente a la Alhambra, revisando el estado de las obras de conservación, restauración y los trabajos arqueológicos que se habían llevado a cabo. Todo ello, acompañado por el arquitecto Sr. Cendoya, el arquitecto Fernando Wilhelmi y el administrador Sr. Torrente. Por la noche asistió a la reunión de la Comisión de Monumentos que, entre otras cosas, trató sobre la adquisición del Corral del Carbón por el Estado, dejó encargo de que la comisión pusiera una placa conmemorativa al “heroico ciudadano García, que cuando la Guerra de Independencia cortó la mecha con que los franceses pretendían volar las edificaciones de la Alhambra”. Por último, se propuso la donación por parte de la Compañía de Tranvías del estribo del arco que subsiste en el cauce del río Darro, lo que conocemos como puente del Cadí, que servía de apoyo a un edificio propiedad de dicha compañía. También se tomaron algunas decisiones sobre las casas del Chapiz, la Capilla Real y el Bañuelo. Pero el plato fuerte de esta reunión se sirvió al término de la misma, cuando el señor Weyler se quedaba a solas con el Gobernador Civil, Sr. Ribed, y le entregaba una carta fechada el día 9 de este mes de febrero, en la que se destituía a Modesto Cendoya como arquitecto de la Alhambra, para que fuera efectiva al día siguiente.

En esta misma noticia ya se huele la fuerte oposición que desde Granada tendrá dicha destitución que traerá cola los días siguientes, salpicando a la prensa nacional:

Como se trata de un asunto de trascendental importancia, y estimamos poco meditada y menos justificada la decisión del Gobierno, El Defensor de Granada se ocupará  de lo sucedido cual lo merece, pues no estamos dispuestos a que el preciado Monumento sirva de escabel a determinadas pasiones, ni sea entregado a quien no tenga condiciones para ello, ni sólo más miras que el interés particular.

¡Desgraciada la Alhambra, si cayera en manos mercenarias!


Granada Gráfica, marzo 1923

Efectivamente, el día 22 de febrero aparecían en El Defensor dos artículos. Uno era una conversación con el destituido Cendoya y el otro ostenta el titular “La Alhambra, la política y los chupópteros desvergonzados”. Además, como hemos dicho, la noticia llegó a Madrid y La Época, por ejemplo, también se hacía eco de la destitución en su edición del día 24 y realizaba un recorrido por los logros del arquitecto cesado.


Granada Gráfica, marzo 1923


La realidad es que la agitación debió ser generalizada y durante los días siguientes fue esta la comidilla de la ciudad, llegando a escribir José Mora Guarnido un artículo que acusaba directamente a Luis Seco de Lucena, director y fundador de El Defensor de Granada, como la mano negra que había conseguido el cese del arquitecto en Madrid. El trasfondo de toda esta cuestión habrá que buscarlo en la polémica conceptual entre conservadores y restauradores del monumento y que ha sido tratada en los Cuadernos de la Alhambra por el Dr. Álvarez Lopera, por lo que dejamos aquí un enlace para aquel que esté interesado en este affaire.

 https://revistaseug.ugr.es/index.php/caug/article/view/11121

La cuestión principal es que Cendoya había sido cesado el 9 de febrero, que no se había hecho efectivo hasta el 21 de ese mes y que la Alhambra se encontraba sin Arquitecto Conservador, pues la gestión se quedó repartida de forma interina entre el administrador, Sr. Torrente, y el arquitecto de la Diputación, Sr. Wilhelmi.

¿Quién será el designado finalmente para el cargo? ¿Será nombrado prontamente?


lunes, 6 de febrero de 2023

EL AÑO DESPUÉS DEL CONCURSO DE CANTE JONDO (ENERO)

Tras el ajetreado año 1922, Granada volvía a la normalidad de sus comienzos de año con la celebración del día de la Toma, las representaciones teatrales que se realizaban habitualmente en el Teatro Cervantes y los preparativos de la, ya tradicional, Cabalgata de Reyes Magos que el Centro Artístico realizaba para el día preceptivo. Pero dentro de esa normalidad, también es verdad que la prensa nos arrojaba detalles curiosos y noticias interesantes que tuvieron lugar en ese mes de hace 100 años.

Granada estaba de moda y en la revista de tirada nacional "La Esfera" aparecía la imagen de la ciudad con asiduidad, en esta ocasión como excusa para animar el país de un abanico.


Para empezar, el día 4 de enero en El Defensor aparecía una curiosa comparación sobre la fiesta de la Toma y las tendencias separatistas del estado español, especialmente de Cataluña:

Precisamente, por una de esas absurdas paradojas de la vida española, han coincidido este año las fiestas de la Toma de Granada, es decir, de la unidad nacional, con un grave  recrudecimiento de las manifestaciones separatistas que de vez en cuando asoman su rostro repugnante en algunas regiones, especialmente en Cataluña.

Rematando el artículo con una declaración de buenas intenciones:

Sin embargo, el problema debe tener una solución moral y patriótica. Antes de romper lazos de intereses, convendría crear vínculos espirituales. Esto sería mejor para ellos y para nosotros. Nos repugnan las medidas de violencia.

Por su parte, al día siguiente llegaba a Granada el Director General de primera Enseñanza, diputado a Cortes por la circunscripción y jefe de los romanonistas granadinos, don Pascual Nácher Villar. Esta visita a la ciudad en la que había sido concejal y a la que ahora representaba en las Cortes, se convirtió en un gran homenaje a su persona por el nombramiento de Director General, pues suponía para la ciudad un conato de renacimiento político liberal granadino y que Granada tuviera algún peso en Madrid. De hecho, pocos días después libraba dinero para dotar de mobiliario algunas escuelas y, ante todo, comenzaba el proyecto arquitectónico de las Escuelas Normales de Granada.













D. Pascual Nácher Villar


El día 11 había una llamada de atención –una vez más– sobre el estado de conservación de la Alhambra y, concretamente, era el senador Sr. Estelat el que se preocupaba por el tema, exigiendo que se cumplieran las directrices dadas en el Real Decreto de 1918 pues, según él, continuaba el abandono y la negligencia. Pocos meses después habrá un nombramiento que marcará un antes y un después en la conservación del monumento nazarí.

Esta imagen corresponde a 1915, momento en el que las quejas sobre la conservación del monumento eran radicales y habituales. Esta situación llevó al Real Decreto de 1918, pero en 1923 aún había serios problemas estructurales en el monumento.


En los siguientes días se habló de hacer un monumento al Duque de San Pedro de Galatino, proyecto del Centro Artístico, tuvo lugar un Requiem en memoria del ilustre músico granadino Eduardo Guervos y políticamente dio mucho que hablar el cambio de alcalde, ya que cesaba Gil de Gibajas y entraba Navarro Senderos, que era acogido así por la prensa:

…el señor Navarro Senderos sube a la Alcaldía con méritos propios y ocupa la presidencia del Ayuntamiento con sobrada capacidad. Hombre laborioso y experimentado, más que a las minucias de la política, ha dedicado sus actividades al estudio inteligente y sereno de los problemas del Municipio. Conoce todos los aspectos de la vida municipal; tiene perfecta noción de las necesidades de Granada; es reflexivo y trabajador, serio y comprensivo; sabe a conciencia a lo que obliga el cargo ante la ciudad, que ha visto con simpatía su exaltación.

Pero, pese a todo, la noticia más importante de este primer mes del año siguiente a la celebración del Concurso de Cante Jondo, fue sin duda una que no publicó la prensa local granadina, aunque si se hizo eco la nacional. José Mora Guarnido –a quién aún hay que recuperar histórica y artísticamente– sería el primero en dar noticia, en La Voz de Madrid, de la fiesta de títeres que se había realizado el 6 de enero en la casa paterna de Federico García Lorca. El artículo se titulaba “El teatro ‘cachiporra’ andaluz” y daba cuenta de aquella soberbia colaboración interdisciplinar que supuso el trabajo conjunto de García Lorca, Hermenegildo Lanz y Manuel de Falla. Esa humilde fiesta de agasajo infantil estaba muy lejos de ser meramente eso, aquella fiesta supuso el estreno en España de parte de la Historia del soldado de Stravinsky, supuso el trabajo de adaptación literaria al teatro de guiñol –con el tanto dará que hablar Federico– y supuso la entrada, por la puerta grande, de la escenografía de Lanz que realizó embocadura, telones, cabezas de muñecos y un gran número de figuras planistas. Unos meses después, Falla estrenará El retablo de Maese Pedro en París y contará con Lanz, Manuel Ángeles Ortiz y Hernando Viñes para crear la escenografía de uno de los hitos de la música española de todos los tiempos.

El 10 de febrero de 1923 el eminente crítico de arte José Francés, publicaba esta reseña sobre la fiesta de títeres granadina con una lujosa información fotográfica que nos da idea del trabajo realizado esa tarde de Reyes en la Acera del Casino.

Cómo vemos, el mes de enero de 1923 fue relativamente intenso para la adormecida Granada de la época, en la que la característica indolencia, de cuando en cuando se alzaba –íntimamente tal y como es la propia ciudad­– a cotas de la más importante vanguardia nacional e internacional.

 

José Vallejo Prieto

martes, 18 de agosto de 2020

UN ARQUITECTO ENTRE FUENTES

TORRES BALBÁS Y EL AGUA DE GRANADA

     Si hay algo que durante mucho tiempo caracterizó la imagen de Granada, más allá de los palacios nazaríes, es sin duda la presencia del agua por sus casas y sus calles. Sierra Nevada siempre representó el principal aljibe de la ciudad y de sus tierras, y la domesticación de esos veneros cristalinos por parte del hombre, dio la posibilidad de que el agua tomara un protagonismo esencial en forma de acequias, abrevaderos, baños, albercas, cisternas, fuentes públicas o privadas y, por supuesto, pilares en las calles y en los coquetos patios de todos los barrios históricos de la ciudad.

 

Entre los artistas contemporáneos de Granada, el que quizás mejor ha cantado al agua sea Pedro Garciarias, que hizo esta magnífica obra para la exposición "El Carmen de los Mártires, Jardín de Granada" en Cajagranada, comisariada por Eduardo Quesada Dorador, Javier Piñar Samos, Manuel Casares Porcel y José Tito Rojo, en 2002. Esta obra de técnica mixta sobre papel iba inserta en una de las fuentes desmontadas del Carmen de los Mártires y su título es: Las aguas quietas (2002). Col. particular.         

    Tal es así, que no pocas veces se ha cantado el agua de Granada por poetas y escritores desde época árabe hasta la actualidad, siendo quizás el más sencillo y brillante ejemplo inspirador, el de la escalera del agua del Generalife, donde el asidero de sus muros se convierte en arroyo dispuesto al lavatorio de las manos de quien asciende por ellas y que sirvió a Juan Ramón Jiménez para su poema Generalife de 1924.

     Granada, que sorprendía al visitante con esa abundancia de sonido y frescor en las tardes-noches de los tórridos veranos, debió impregnar esas sensaciones en la personalidad de Torres Balbás, que llegó a Granada en abril de 1923, como arquitecto conservador de la Alhambra. Observador inteligente como era, publicaba en septiembre de ese mismo año, en la revista Arquitectura, un demoledor ensayo titulado Granada, la ciudad que desaparece. Este texto se hace eco de la reciente demolición de un magnífico palacio en la calle Santa Escolástica del siguiente modo: Un antiguo edificio de Granada está derribándose actualmente. Su desaparición ha dado lugar a pocos lamentos y a muy escasas protestas. Sin embargo, con el viejo caserón con honores de palacio venido a menos, albergue últimamente de gente modesta, ha desaparecido una parte más del espíritu de esta vieja ciudad, cuyos habitantes parecen empeñarse desde hace un siglo en borrar rápidamente todos los recuerdos de su historia.” A lo largo del artículo, Torres Balbás hace mención de un buen grupo de edificios desaparecidos durante el la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, en donde cabe destacar toda la operación urbanística de la apertura de la Gran Vía. Esto demuestra dos cosas importantes en el pensamiento y ética del arquitecto: por una parte, su preocupación por la pérdida de patrimonio y, por otra, la necesidad de documentar lo mejor posible el elemento en riesgo, a fin de que al menos quede memoria de su composición y elementos artísticos.

Pero, volviendo al agua, creo que es el momento de hacer referencia a una experiencia que debió vivir el arquitecto, al igual que la vivió unos años antes el hispanista y musicólogo inglés John Brand Trend (1887-1958), gran amigo de Manuel de Falla, al que conoció en Granada y con el que realizó la visita que cuenta en su libro Un cuadro de la España Moderna. En él, describe magistralmente el ambiente del agua doméstica en una casita de la Alhambra:

“Una tarde el señor Falla me llevó a una casa junto a la Alhambra. En el patio, el pilar había sido ahogado con una toalla, pero no silenciado totalmente; se oía un ligero murmullo de agua que corría a la alberca. Don Ángel Barrios, que es compositor en parte de la encantadora ópera goyesca El Avapiés, estaba sentado sin cuello! con toda comodidad, con la guitarra sobre sus rodillas. La había afinado de modo que, en cierta extraña manera, armonizaba con el agua que corría y estaba improvisando con sorprendente invención y variedad.” (RODRIGO, Antonina). 

Patio de la taberna del Polinario en el primer cuarto del siglo XX.
 

    Es una hermosa descripción de una tarde-noche granadina en la parte íntima de la taberna del Polinario, en donde el arrullo del agua es necesario para todo, para dormitar, para leer o, como en este caso, para hacer música que se integra en el paisaje creando un ¡Auténtico paisaje sonoro!

    Torres Balbás seguro que disfrutó alguna noche de buen cante y toque en ese patio y en los cármenes granadinos, entre ellos el de Falla, dónde también existían humildes fuentes y arriates, pero al mismo tiempo también debió ver cómo, poco a poco, iban desapareciendo estos elementos, unas veces con la demolición de los edificios y en otras ocasiones, con la venta del elemento a algún acaudalado con gusto, que lo compraría in situ o en el anticuario correspondiente.

La paulatina desaparición de estos elementos funcionales y decorativos, debió ser el punto de inspiración para que desde el Ateneo Científico y Literario, fundado en 1925 por un grupo de jóvenes disidentes del Centro Artístico –aunque no entraría en pleno funcionamiento hasta un año después– y que en 1927 vería uno de sus grandes años de actividades, entre las cuales, bajo el epígrafe Concurso de fuentes y pilares granadinos,  se anunciaba en El Defensor de Granada del 15 de enero de ese año, la siguiente noticia:

La Junta de Gobierno del Ateneo, por iniciativa del socio fundador don Leopoldo Torres Balbás, arquitecto de la Alhambra, ha aprobado el siguiente proyecto, y anuncia la siguiente convocatoria:

                Los patios de las viviendas de Granada tenían antaño su fuente o pilar, desde los más humildes del Albaicín y los barrios populares, hasta los de hidalgos de los barrios llanos de las parroquias de la Magdalena y de Santa Escolástica. No solamente cantaba el agua en todos los patios granadinos; en las calles, en las plazas, por todas partes, fuentes y pilares animaban con su murmullo incesante la ciudad. Era Granada la ciudad del agua. De los palacios y jardines musulmanes, este culto, este amor por el agua fue casi la única tradición transmitida a la ciudad cristiana.

En los últimos años ha ido desapareciendo. Derríbanse las casas antiguas y se venden o destruyen los pilares de sus patios. Hoy el agua va oculta, sin que su murmullo nos invite al ensueño, ni su fluir continuo nos haga pensar en la eternidad de la naturaleza y en lo breve de nuestro paso por ella. Gran cantidad de fuentes y pilares han pasado por las manos liquidadoras de chamarileros y anticuarios, camino de otras tierras en las que, lejos del lugar para el que fueron creados, perderán el perfume más sutil que en nuestra ciudad tenían. Ya que no podemos [de] tener su éxodo, conservemos por lo menos su recuerdo. Y nada mejor para ello que convocar un concurso de dibujos y fotografías de fuente y pilares granadinos. Tal vez en día no lejano pueda con ellos publicarse un álbum que sea la iniciación de un resurgir del culto al agua y a las fuentes en Granada.” (EL DEFENSOR 15-01-1922)

                A continuación se publicaban las bases del concurso que juzgaban el valor documental de dibujos o fotografías de cualquiera de estos elementos, antiguos o nuevos, y que se dotaba con unos importantes premios de 500 y 250 pesetas. Firmaban las bases el presidente del Ateneo, D. José Palanco Romero y el Presidente de la Sección de Artes Plásticas, D. José María Rodríguez Acosta.

Pilar granadino situado en el jardín del Museo Sorolla en Madrid.
    Como vemos, la aparición en escena de un científico como Torres Balbás daba al concurso un tono documental y no artístico a la convocatoria y, está claro, que intentaba catalogar razonablemente bien lo habido en ese momento y lo que debió haber, pues como ya hemos visto la compra-venta estaba a la orden del día. Quizás el ejemplo más curioso y mejor documentado sea el pilar granadino, de dos cuerpos y dos caños, que se levanta en un precioso jardín andaluz insertado en el madrileño Paseo del General Martínez Campos, donde se sitúa el Museo Sorolla quien lo compró en una de sus visitas a nuestra ciudad. Al menos, gracias a su sensibilidad artística, lo podemos disfrutar aunque sea lejos de su patria original.

    La cuestión es que no sabemos si el concurso llegó a realizarse o si se declaró desierto, algo que permitían las bases, porque tampoco sabemos si se entendió correctamente que no se valorarían los méritos plásticos sino los documentales. Desgraciadamente, la prensa de la época, por otra parte muy atenta a las manifestaciones culturales del Ateneo, del Centro Artístico y de otras sociedades de las que hablaremos en nuevas entradas, no vuelven a decirnos nada más sobre la cuestión.

    No pasa lo mismo con Leopoldo Torres Balbás, pues en diciembre de 1929, publica nuevamente en la revista Arquitectura un extenso artículo titulado Las fuentes de Granada, del que entresacamos algunos párrafos:

Ciudad del agua pudo, justificadamente, llamarse en otro tiempo a Granada. Abundantísima en agua de ríos y fuentes la dice Mármol. En la época de esplendor del reino nazarí, costosísimas obras la llevaban a lo alto de los cerros, por los que se extendía la población, a la Alcazaba, al Albaicín y a la Alhambra, y, desde ellos, deslizándose por sus pendientes, procurándoles vegetación y frescor, repartíase en infinidad de conducciones por casas y cármenes. La misma agua corría en innumerables fuentes situadas a distinto nivel: después de haber cruzado los jardines encantados, poblados de naranjos, de limoneros, de cipreses y plantas trepadoras, perfumados por los jazmines y geranios, seguía a refrescar la ciudad.

"El agua discurre por los suelos de las casas como lo hace a través de la ciudad; no hay mezquita ni vivienda en la que falte; hasta una torre del palacio de la Alhambra, en su piso más elevado, tiene una fuente", dice de Granada Al-Omari, escritor árabe de la primera mitad del siglo XIV. "Cada casa tiene su fuente” repite Antonio de Lalaing, señor de Montigny, visitando la ciudad de la Alhambra en 1502, diez años después de la Conquista.

Desde el siglo XVI al XVIII no hubo casa de alguna importancia en Granada que no tuviera su "pilar" en el patío. Con finos relieves y molduración sobria al principio, más tarde ostentan pináculos y cierta sequedad de ornato, adquiriendo, por último, una bella pompa barroca. Escudos, cascos y cimeras, ornatos muy variados, suelen verse en sus frentes. El más famoso de todos ellos es el llamado pilar de Carlos V, en la Alhambra, mandado construir por el conde de Tendilla, cuya traza hizo Pedro Machuca en 1545, habiendo ejecutado las esculturas Nicolao de Corte. Otro hubo, monumental, en la Plaza Nueva, levantado también en el siglo XVI, y destruido en el XIX. El del Toro, en la calle de Elvira, contemporáneo de éste, ha sido desfigurado recientemente.

Estos pilares granadinos van desapareciendo con las casas viejas, viviendas de una sola familia, destruidas para levantar otras mezquinas e incómodas, destinadas a habitación de varios vecinos. Cada día puede decirse que se calla una fuente en la ciudad. Dentro de poco tiempo es posible que toda el agua de Granada se administre con grifo y contador, corriendo oculta y silenciosa.

Acompañaba su magnífico trabajo historiográfico con una interesante serie de fotografías de algunas de las fuentes más importantes de la Alhambra y de la ciudad, pero también de alguno de los pilares y jardines granadinos. ¿Sería alguno de estos los que se presentaran a concurso? No lo sabemos pero por lo menos aquí ha quedado su memoria.

 

     Si más arriba hablábamos de Juan Ramón Jiménez, no podríamos cerrar este breve texto sin acudir a Federico García Lorca que en su Poema del Cante Jondo nos dejaba esta maravillosa experiencia del sentir y de ser del granadino en su patio, en su jardín, acompañado del ronroneo del agua, los cantos de los pájaros y el mecido de un ciprés.

 

Amparo,

¡qué sola estás en tu casa

vestida de blanco!

 

(Ecuador entre el jazmín

y el nardo.)

 

Oyes los maravillosos

surtidores de tu patio,

y el débil trino amarillo

del canario.

 

Por la tarde ves temblar

los cipreses con los pájaros.

mientras bordas lentamente

letras sobre el cañamazo.

 

Amparo,

¡qué sola estás en tu casa

Vestida de blanco!

 

Amparo,

¡y qué difícil decirte:

Yo te amo!

 

 

 

 

 

José Vallejo Prieto

 

 

BLOG INTERESANTE A CONSULTAR

https://pilonesdegranada.blogspot.com/

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

 

GARCÍA POSADA, Miguel. Federico García Lorca, obras completas. Barcelona, 1998

JIMÉNEZ, Juan Ramón. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/antologia-de-textos-juanramonianos--0/html/53bf7529-f4f2-41fa-b1c4-02a49a739f54_4.html

RODRIGO, Antonina. Federico García Lorca y Manuel Ángeles Ortiz, memorias de Granada. Jaén, 2009.

 

EL DEFENSOR DE GRANADA (1928-1931) - Hemeroteca Casa de los Tiros

REVISTA ARQUITECTURA (MADRID) (1923-1929) - BNE

 

 

 

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  Fotografía aérea de la Alhambra de Torres Molina hacia 1922. En ella se puede apreciar el estado de la vegetación y los grandes espacios, ...